El abrazo del constitucionalista Daniel Sabsay me hizo acordar a un episodio similar que viví con su padre.
Intelectual, jovial, simpático, oportuno y de un aspecto "Einstein" era Fernando Sabsay un hombre mayor que por fines del siglo pasado, el destino nos encontró. Él como autor y yo como editor. Un hombre "genio", recuerdo que presentó su libro en la Escuela de Economía y Negocios Internacionales de la Universidad de Belgrano, el día de su cumpleaños y él "rompiendo el hielo, ante un auditorio muy académico dijo: ¿Cumpló un número capicua, saben cuántos? Todos nos quedamos en silencio, era imposible saberlo. Tenía la experiencia de una larga vida, una eficiencia óptima, unos movimientos acelerados, un emprendimiento y dedicación obsesivos, pero un aspecto desfigurado. ¿Cuántos tenía, entonces ?... En algún momento de la producción del libro me tocó hacer un gesto mas allá del trabajo y Fernándo Sabsay se apersonó por la oficina y con voz paternal me dijo. "Lo que usted hizo no tiene precio. Si yo le tuviera que pagar sería injusto porque no sabría medir la cantidad apropiada, usted hizo un gesto y a usted también le costaría ponerle precio porque tampoco podría poner la cantidad apropiada". "Entonces creo que la mejor manera de valorar este momento es darle un abrazo y pagamos gesto con gesto". Los dos nos fuimos conformes y cada uno siguió su camino por la vida. Esta semana vi a su hijo abrazar a Brancatelli y me acordé de su padre al instante. Seguramente fue un buen padre porque supo impartir el amor y el respeto en cada ocasión y a pesar de los años aquel pequeño gesto, que ya ni me acuerdo cual fue, y ya no importa tampoco. Porque descubrí que lo importante no fue recordar hechos y vivir solo de recuerdos sino quedarse con las enseñanzas. Justamente a través de esas enseñanzas pude recordar y asociar a un hombre que a pesar de pasar efimeramente me dejó una enseñanza que esta semana la volví a ver en su propio hijo.
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