Antonio Gaudí: El arquitecto de Dios
En un día como hoy nació Antoni Gaudí, "El Arquitecto de Dios" un 25 de junio de 1852, y murió en Barcelona, 10 de junio de 1926 fue el máximo representante del modernismo catalán.
Gaudí fue un arquitecto con un sentido innato de la geometría y el volumen, así también con una gran capacidad imaginativa que le permitía proyectar mentalmente la mayoría de sus obras antes de pasarlas a planos. De hecho, pocas veces realizaba planos detallados de sus obras; prefería recrearlos sobre maquetas tridimensionales, moldeando todos los detalles según los iba ideando mentalmente. En otras ocasiones, iba improvisando sobre la marcha, dando instrucciones a sus colaboradores sobre lo que debían hacer. La obra de Gaudí ha alcanzado con el transcurso del tiempo una amplia difusión internacional, siendo innumerables los estudios dedicados a su forma de entender la arquitectura. Hoy día es admirado tanto por profesionales como por el público en general: La Sagrada Familia es actualmente uno de los monumentos más visitados de España. Entre 1984 y 2005 siete de sus obras han sido consideradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco
Gaudí donó toda su fortuna y vivía con mucha austeridad, fue así que en 1926 ese fatídico 7 de junio Gaudí se dirigía a la Iglesia de San Felipe Neri como cada día, no es que tuviera una predilección especial por ir allí pero era la parroquia de su confesor personal. Mientras caminaba, como siempre abstraído en su trabajo y apoyado en su bastón con taco de goma, y pasando cinco minutos de las seis de la tarde, esquivó como pudo un tranvía de la línea 30 que circulaba en la Gran Vía a 10 km/h, pero al hacerlo la fatalidad quiso que coincidiera con otro que realizaba el mismo trayecto en dirección contraria resultando este choque fatal. El impacto en las costillas, en la pierna derecha y en la cabeza le hirieron de gravedad y quedó inconsciente en el suelo.
Su desaliñado aspecto con las ropas gastadas y abrochadas con imperdibles, así como sus gastadas zapatillas que dejaban entrever unas tiras de tela que envolvían sus pies, le daban la apariencia de un mendigo al que pocos quisieron auxiliar. Solo dos tocayos de nombre, Antonio Roig y Antonio Noria, intentan sin éxito parar uno, dos, tres y hasta cuatro taxis para que le trasladaran a un centro sanitario. Solo hasta que un guardia civil de nombre Ramón Pérez se acercó a la gente que lo rodeaba, se pondría orden y obligó a un taxista a trasladarlo. El mismo agente acompañó a Gaudí al dispensario más cercano situado en la Ronda de San Pere, 37, donde le examinarían comprobando la gravedad de las lesiones:
Se aprecia un traumatismo a la altura de la oreja derecha y conmoción general del paciente, dice llamarse Antonio Gaudí (…).
En los bolsillos llevaba solo un libro de los Evangelios, un rosario, un pañuelo y una pequeña llave de su escritorio, nada más, ningún documento que le identificara.
A pesar de que en algún momento recobró la conciencia, el médico que le atendió pudo comprobar que presentaba una grave hemorragia interna y tras aplicarle un espasmódico, requirió que se le trasladara al Hospital Clínic, sin embargo, terminó ingresando en el Hospital de la Santa Creu, que se encontraba un poco más alejado.
Al día siguiente, un amigo, Mosén Gil Parés, capellán de la Sagrada Familia, acaba reconociéndole en el hospital y propuso trasladarle a un centro privado donde no estuviera rodeado de otros mendigos, a lo que Gaudí respondió que no, su lugar era ese, entre la gente necesitada. Pero ya era demasiado tarde y murió poco después, el 10 de junio con 73 años.
Fue enterrado en la cripta de la Sagrada Familia, acompañado por una gran multitud que quiso dar su último adiós al arquitecto. Poco después, y siguiendo las instrucciones de Gaudí, su casa del Park Güell fue vendida, y las ganancias de la operación se invirtieron en la continuación de las obras del templo. Posteriormente, en 1963, la casa fue abierta al público como Casa Museo Gaudí.
Gaudí está enterrado en la capilla del Carmen, en el primer nicho de la cripta de templo de la Sagrada Familia, precisamente en la única parte que pudo ver construir junto a la Fachada del Nacimiento, y su lápida reza sencillamente su nombre, nada más, reposando como vivió, de forma humilde.
Además de la Sagrada Familia, el proyecto más importante de su vida, y del Park Güell, Antoni Gaudí dejó en Barcelona otras obras singulares, como la Casa Vicens, el Palau Güell, la Casa Batlló o la Casa Milà. Su originalidad y creatividad, junto con su capacidad innovadora, han convertido a Gaudí en una figura universal de la arquitectura. En efecto, su obra es reconocida en el mundo entero, y su legado, a pesar del paso de los años, está más vivo que nunca.